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lunes, 18 de abril de 2011

La Alumna de Música

Sé que no es sano querer tocarla tanto, me lo han dicho. Pero no puedo evitar sentir como mi piel roza su superficie tan suave.

Mi Sensación es placentera, es como si mis problemas se ahogaran uno a uno, o se quemaran en una hecatombe de fuego mandada por el infierno.

Algunas veces...  Es vertiginoso, debe ser así, siento que el viento tiene vida y me toca, y me profana y me intuye, sabe cuando llevo falda y me manosea, es imprudente; y no sé cuando viene.  A veces  lo extraño, lo necesito.

Cada cinco arcos hay una ventana, cada cinco ventanas un cuadro, cada cinco cuadros una escultura, así es el palacio donde sueño que me paseo, escoltada siempre, vista, y desnudada con los ojos.

Pienso en su barba de dos días en como rasparía mi cuerpo, en como tocaría los recovecos, más profundos más escondidos.
La toco de nuevo, sigo tocándola con afán se humedece, y hace un sonidito peculiar, el liquido empieza a abarcarla, es difícil para mí.

Las yemas de mis dedos sienten la superficie, y dependiendo del movimiento es primero áspera, luego suave, áspera, suave... Y más húmeda.

En ocasiones sale música de ella según como la toque puedo hacer que sean sonidos, no ruido, no es angelical hasta hace muy poco el maestro de música, que con su barba me raspaba el hombro me enseño a tocarla de una forma, que casi me hace desmayarme por la falta de aire, y por el efecto placentero de ver que unas manos de hombre tocaran esa superficie que hasta ese momento era solo mía.

Y entonces recuerdo ese día,  me dan ganas de tocarla, y entonces esa humedad la abarca.  empezando los sonidos que producen mis labios un poco abiertos.

La Superficie no cambia, sigue siendo la misma siempre: dependiendo del movimiento es primero áspera, luego suave, áspera, suave... Y más húmeda.

Últimamente he tenido la costumbre de tocarla frente al espejo, veo los contrastes que hace en mi cuerpo, y los gestos, me gusta como mis labios se transforman mientras la toco, como todo mi cuerpo tiembla de placer sintiendo sus vibraciones, como mis ojos cambian (las pupilas se dilatan) Y siento las contracciones que llegan hasta mi garganta, la superficie, es primero áspera, luego suave, áspera, suave...

Cuando la he humedecido mucho, me siento como culpable, culpable del placer que me produce tocarla, y solo pensar en tocarla, en esa superficie, extraña un poco rara, me produce una especie de alegría.

Entonces pienso en el maestro de música, y me muero porque me enseñe a tocarla con más técnica, con su pulso, con su tacto de hombre y manos encalladas, para sentir esa pequeña muerte  dentro de mí, y que el toque esa superficie, suave y áspera, hasta que yo no tenga más remedio de desear que su boca (no solo sus manos) También la toquen, aunque se humedezca tanto que me la eche a perder, y tenga que llegar a limpiarla a casa.

Manuel José Chocano

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