El salón estaba lleno, las ventanas diez en la izquierda, diez en la derecha, la tormenta empieza a abarcar todo, al fondo se ven las culebrinas de los rayos chocar contra el suelo, los vidrios de las ventanas se empañan, mientras yo me empeño
Y el snob, se acomodó los lentes. Miró al auditorio de crédulos, y empezó a hablar, buscando las palabras cuidadosamente escogidas, con un afán gigante bordadas en oraciones.
El cielo es purpura y de el baja kukulkan, con sus bebés, sus plumas brillan y refulgen ante el sol blanco, reptan en el horizonte, y los pequeños cuando llegan a mi, me lamen la cara, uno se enrosca en mi pierna, y ronronea.
Los toco, y sus plumas son como de terciopelo, la lengua es bífida, y tiene un tacto como lija suave.
La gran Kukulkan habla, entre estruendos, entre relámpagos, y me dice un poema, recita las palabras frías, claras, sin afán.
Mientras yo despierto de mi letargo para escuchar las necedades y el impulso de un idiota.
Y el snob, se acomodó los lentes. Miró al auditorio de crédulos, y empezó a hablar, buscando las palabras cuidadosamente escogidas, con un afán gigante bordadas en oraciones.
El cielo es purpura y de el baja kukulkan, con sus bebés, sus plumas brillan y refulgen ante el sol blanco, reptan en el horizonte, y los pequeños cuando llegan a mi, me lamen la cara, uno se enrosca en mi pierna, y ronronea.
Los toco, y sus plumas son como de terciopelo, la lengua es bífida, y tiene un tacto como lija suave.
La gran Kukulkan habla, entre estruendos, entre relámpagos, y me dice un poema, recita las palabras frías, claras, sin afán.
Mientras yo despierto de mi letargo para escuchar las necedades y el impulso de un idiota.
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